domingo, 21 de junio de 2015

Niebla

Era un día gris, con un montón de hojas desparramadas a lo largo de la calle por aquí y por allá. Era un día frío, terriblemente frío y húmedo. Pero era una preciosa tarde de Domingo, una de esas típicas de Otoño, una de nuestras favoritas, en las que la niebla nos envuelve en sus brazos.
Caminamos de la mano, como de costumbre, pero esta vez, decidí llevarla a un sitio especial, un sitio precioso, aislado del resto del mundo, mi lugar preferido y secreto de todo el mundo. ¿Nunca habéis tenido uno de esos, uno de los que nadie quieres que conozca? Pues ese mismo. Pero yo decidí compartirlo con ella.
Se encontraba en lo alto de un montecito, un paseo lleno de árboles con sus desnudas ramas conducía a caminos escondidos entre arbustos, con bonitos miradores y precipicios en su final.
Después de conducirla a través de la vegetación, llegamos a un pequeño banquito, solitario, y desgastado. Nos sentamos allí y hablamos durante horas abrazados el uno al otro, el tiempo volaba, no me cansaba de escuchar su dulce voz relatándome anécdotas y riendo como una niña pequeña,
Al cabo de un buen rato, me incorporé y dije su nombre como en un susurro, ella, levantó la cabeza y me clavo su mirada,
Y me fijé, me fijé más que nunca en su pálida tez, en sus ojos de color azul cielo, en sus sonrojadas mejillas y en su nariz colorada por el frío. Y me sonrió de la manera que me encanta, de esa forma que me hace sentir a mí 'como si estuviese de coca hasta arriba' de esa manera en la que hace que mis problemas desaparezcan.
Solo estaba ella y la niebla. Nada más. Un mundo para nosotros dos.
Y cuando estaba conteplándome con su penetrante e ilusionada mirada, me di cuenta de la profunda, loca y desmesurada manera en la que estaba enamorado de ella. Me di cuenta de que la amaba, de que quería pasar el resto de mi vida con ella, de que su felicidad crea la mía.
Me di cuenta de que quiero cumplir años a su lado, crecer y madurar juntos, crear una familia a su lado.
Y no me importa gritarle al mundo entero que la amo. Que ella lo es todo para mí.
Porque quiero que algún día, se acerquen mis nietos y  me pregunten quién fue el amor de mi vida, miré hacia atrás y ella esté ahí, mirándome con sus enormes ojos azules, con su pálida piel ya arrugada por el paso del tiempo, pero con sus mejillas sonrojadas como de costumbre.

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